lunes, 7 de abril de 2014

MUNDO TIRABLE



Vivimos en medio de tantos productos desechables, que se nos hace difícil reconstruir mentalmente un mundo en el que las cosas se arreglaban y perduraban. En contra de la mentalidad de preguerras y su poderosa ética de la conservación que obligaba al aprovechamiento de  los escasos bienes materiales hasta lo imposible, el desarrollo económico de los años 60-70 introdujo los objetos desechables como una liberación y como un símbolo de estatus. Como paradigma de esta revolución en los hábitos de consumo, los pañales y las compresas desechables que liberaban a las mujeres de tediosas labores de lavado y, todo hay que decir, de disimulo a la hora de esconder la menstruación y sus efectos.

Marion Donovan, inventó los pañales desechables en 1946.

La cosa pintaba bien, cuando necesitas usar algo, lo compras y después, lo tiras. Comodidad, tiempo libre y “modernidad”. El problema está en que lo desechable se convirtió pronto en un modo de vida, extendiéndose  incluso a productos en los que no representa una ventaja evidente, como por ejemplo, las cámaras fotográficas de usar y tirar, las vajillas divertidas para las fiestas infantiles, y así un largo etc.
 
Cámaras especialmente diseñadas para bodas.

 
Vajillas temáticas para fiestas infantiles.
Paralelamente, esta tendencia afecta a la moda. Se fabrican cantidades enormes de ropa de mala calidad cuya principal cualidad es la de permitir cambiar a menudo de look a bajo precio. Compramos, usamos, tiramos, ropa basura que no merece la pena cuidar ni arreglar, ignorando los efectos que esta cultura de lo desechable tiene sobre el planeta, pero también en nuestras emociones, de las que hemos desterrado cualquier lazo afectivo con los objetos que nos rodean.

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