Si hay un lema banalizado y
utilizado hasta la saciedad, ése es el de Flower Power, símbolo de la no violencia
en los años 60 y 70, que se ha convertido en una muletilla aplicable a prácticamente
todo lo que contenga flores. Sin embargo, las últimas
apariciones de las activistas de Femen con sus coronas de flores en la cabeza, como
ninfas sacadas de los bosques mitológicos, nos recuerdan el poder de las flores a la hora de
la revolución.
Pienso en las largas melenas de los hippies
salpicadas de margaritas silvestres y en su acción simbólica de tapar los
cañones de la policía con ellas. Pienso en la revolución de los claveles rojos de
Portugal, donde una mujer ofreció estas flores a los soldados, y cuyo gesto pasó a la historia como una de las razones por las que ésta revolución, que puso fin a más de 40 años de dictadura, fuese tan pacífica.
Pienso en el poder evocador de
las flores, pero también recuerdo el célebre eslogan de mayo del 68: “ Sous les
pavés, la plage”. Debajo de los adoquines, la playa. Una vez
arrancados, los adoquines servían para hacer barricadas, pero debajo quedaba la
arena, prometiendo el mar. La naturaleza como utopía, el premio después del
esfuerzo, la paz después de la lucha.
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